Borracha de café

A veces, por mucha cafeína que se ingiera no logra disiparse el sueño. Ese sueño que al principio es natural pero que tras dos o tres tazas de café se ha convertido en un monstruo huraño que se aferra con todo lo que tiene a tus entrañas, aportando más peso del que puedas soportar llevar a cuestas sin caminar a trompicones.

Como la cosa no mejora, decides quemar los barcos y tomarte el cuarto, o el quinto, o el que sea. El caso es que sea el último. Yo perdí la cuenta. Entonces, si bien tu cuerpo, la parte de tus órganos, extremidades, no parece reaccionar, sí que lo hace tu mente. Y ahí empieza todo.

La cabeza empieza a funcionar, a producir. Al principio es curioso, sorprendente, agradable. Tienes ideas. Pero, a medida que va transcurriendo el tiempo –no demasiado tiempo, los hechos se viven intensos y condensados-, el hilo de ideas se va deformando. Aumenta el caudal y las conexiones se establecen y desvanecen a una velocidad a la que es imposible siquiera atraparlas por la vía intuitiva. Si al principio de tu hoja de papel había párrafos más o menos estructurados, con algo de coherencia, ahora te encuentras con desesperados intentos por atrapar, por recoger ese torrente de ocurrencias. Los delirios se mezclan con despuntes de pensamientos más elaborados, que pertenecen a aquellas cosas sobre las que has reflexionado con más detenimiento. Esos delirios son a su vez un combinado de protoideas, de aquellos conceptos que sabes que desarrollarás más adelante, con las sensaciones más viscerales, las miradas furiosas que le lanzas al mundo. 

Rellenas varias páginas con letra nerviosa, presionando tanto con la punta del bolígrafo –estilográfica, lo que sea- sobre la hoja, que en una de estas la traspasarás. Acabas. Sea lo que sea lo que hay ahí contenido, tenía un principio y un final, una pequeña maya de hilos casi oníricos que lo ha sostenido todo, concediéndole una estructura efímera. Esa estructura no sobrevivirá jamás al segundo vistazo. Nació y murió en ese momento.
Ahora sobreviene el cansancio. Un dolor de cabeza molestísimo similar al que se presenta cuando falta precisamente la cafeína y el agotamiento.  Se pasó el efecto.

Y eso ha sido una borrachera de café.



Sin título (2010)

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